París, 1623. La reina madre, María de Médicis, prepara un complot para recuperar el trono, en manos de su hijo Luis XIII. Necesita sacar de la Corte y esconder en un lugar seguro un collar de diamantes de incalculable valor. Para hacerlo, recurre al pintor Pedro Pablo Rubens, de quien nadie podría sospechar. La realidad y la ficción se mezclan en una novela histórica escrita por Lorenzo de’ Medici, descendiente de Lorenzo ‘El Magnífico’. El príncipe italiano acaba de publicar ‘Las cartas robadas’, una narración llena de interesantes detalles históricos e ilustres personajes.
-Usted es Medici, ha estudiado a los Médicis y escribe sobre los Médicis. ¿No está un poco cansado de su familia?
-Estoy muy cansado, pero estoy condenado a eso. Yo quería escribir una novela actual, no histórica, pero me dijeron: “no, no, no, tú eres Medici, tienes que escribir una novela histórica sobre los Médicis.” Me gustaría salir del género, pero, cuando estás encasillado y funciona, tienes que seguir por ahí. Por otro lado, es un tema que yo conozco bien y me resulta más fácil a la hora de escribir.
-De todos modos, esta última novela tiene su parte actual. Se mezclan pasado y presente a través de dos tramas paralelas.
-Esto es la parte divertida para mí. Me habían pedido una novela histórica sobre un miembro de mi familia. Entonces, elegí a María de Médicis. Mientras escribía, me aburría. Entonces, pensé cuánto se podría aburrir el lector y decidí cambiar y comenzar a introducir varias tramas diferentes actuales. Una historia de nuestros días que se compagina con la de 1.600. Las dos tramas se entrelazan porque en la parte actual se está hablando de cartas robadas y se hacen suposiciones y en la parte histórica escribo lo que de verdad sucedió.
-Tampoco es totalmente verídico. No deja de ser una novela.
-Lo que sí son ciertos son los personajes históricos: María de Médicis, Rubens, el duque de Epernon… Encima he creado esta trama de los diamantes. Es muy divertido porque, por casualidad, hace pocas semanas, se vendió en Sotheby’s un diamante de María de Médicis por 9 millones de euros. ¡Qué lástima que no me hayan llegado a mí! –señala divertido.
-¿Lo ha escrito de forma simultánea o se ha centrado primero en una de las partes y luego en la otra?
-Las escribí separadamente. Tienes que seguir el hilo muy bien y no te puedes distraer. Entonces, escribí toda la parte histórica de principio a fin, y, después, la parte moderna. Luego, los entrelacé. Es más fácil y me permite jugar más.
-¿En qué se ha inspirado para la parte actual?
-Estaba por casualidad en Camogli. Una amiga me había prestado una casa maravillosa sobre el mar y me quedé un mes. Estando allí, empecé a escribir. Todos los personajes que salen en la parte actual existen de verdad. El profesor Scopetta, la señora Scopetta, el comisario policía… No son sus nombres de verdad, pero existen. El Scopetta de verdad es un profesor de universidad de Florencia, la señora Scopetta, Giulia, es exactamente como la describo. El comisario es una persona que conocí allí, que no era comisario, pero físicamente es él. Mi amiga se apellida Pegoraro y me permitió utilizar su apellido para el policía.
-¿Y la protagonista, Ann Carrington?
-¡Ann Carrington es mi amiga! – nos reímos.- Es ella, pero no es americana, es italiana, ya hubiera sido demasiado.
-Acción, asesinatos, detectives y enredos amorosos. ¿Son los ingredientes que necesita una novela para que tenga éxito?
-Absolutamente. Dudaba de escribir una escena de sexo porque no soy bueno escribiendo estas cosas y porque no me gusta mucho, ya que va a un público amplio, y me leen muchas personas mayores. Es un poco delicado escribir sobre sexo. Entonces, lo he tratado un poco por encima, sin entrar en detalles.
-En ocasiones, la novela histórica provoca confusión con la realidad. ¿Cree que lo verdadero es un momento de lo falso?
-Creo que la gente se da cuenta. Soy muy riguroso a la hora de escribir la parte histórica porque considero que está muy bien encuadrada y muy bien limitada. A la parte histórica hay que serle fiel. ¿Dónde se termina la verdad? En la historia de los diamantes. María de Médicis era la reina de Francia y Rubens era un gran pintor. Y María de Médicis encarga a Rubens toda la serie de pinturas. Todo eso es verdad y no se discute. La trama empieza en el momento en el que ella le encarga llevar los diamantes a Amberes. Pero la gente entiende que esto es ficción.
Como historiador, le gustan los siglos XV-XVI, por el Renacimiento, y el XVIII, el siglo de las luces por todos los descubrimientos. Sin embargo, prefiere la época que le ha tocado vivir. No soportaría “vivir sin lavavajillas” ni “sin todos los avances médicos” que tenemos en la actualidad. Pero hay algo que echa de menos: “los modales.” No le gusta que los desconocidos se tuteen. No hace falta irse lejos en el tiempo. “Cuando yo tenía 20 años era impensable darle el tú a una persona que no conocías, era todo usted.” No ve la televisión y, en parte, la culpabiliza de esa pérdida de educación. “La gente sigue a Belén Esteban, y eso lo dice todo. Es patético.” Él, cuando está en casa, prefiere alquilar un DVD o leer. Ahora se ha unido a la moda de los thrillers escandinavos. Y es que solamente busca distracción. “No quiero que sea una fuente de inspiración inconsciente par ano utilizarlo en ninguno de mis libros. Leyendo libros ligeros, de este estilo, estoy a salvo.”
-¿Hoy en día, la vida de un príncipe es lo que entendemos como principesca?
-Ya no. ¿Sabes qué pasa? O no se tiene un duro y no se pueden mantener los palacios, o se tiene un enorme patrimonio, pero muchos descendientes entre los que hay que dividirlo. En Florencia, existe una familia aristócrata con un inmenso patrimonio, pero son tantos que han decidido dividir su palacio en pisos y cada rama tiene una parte. Una familia no podría sostener todo un palacio y todo lo que hay detrás por sí sola.
-¿Cómo es ser aristócrata en la actualidad?
–Yo soy de una mentalidad muy republicana. –baja el tono de su voz, como quien va a confesar un secreto.- Soy antimonárquico totalmente. Siempre hemos sido príncipes republicanos. Nos llamaban los populares. Éramos sostenidos por el pueblo. No tomamos el pueblo por un golpe de Estado. Me parecen ridículos los aristócratas que quieren vivir en la época y utilizan sus títulos en un país que es república desde hace 70 años. En España, que hay monarquía, aunque no haya Corte, tiene sentido. Pero en Italia la gente se resiste a dejar sus títulos. Cuando vas allí y ves a uno que se te presenta como “soy el marqués de nosequé”, tú dices: “¿Uh? Hombre, marqués, marqués… A ver… ¡esto es una república!” A mí no se me ocurriría. ¡Es patético!
-¿Cómo el protagonista de ‘El gatopardo’, la célebre obra de Lampedusa, no se siente usted parte de un mundo que se agota?
-No. Yo vivo en el futuro. No tengo ninguna nostalgia del pasado. Lo conozco porque he tenido que aprenderlo. Hay que saber de dónde sales, pero vivo absolutamente por delante. No quiero ni mirar atrás.
-Cuando viaja a París y visita el Louvre, ¿cómo se siente al saber que perteneció a su familia?
-Cuando voy a un museo y veo cosas que eran de mi familia, me encanta que estén allí. Si estuvieran en mi casa, tendría un miedo terrible a que me robaran. Tendría que pagar un seguro con el que me arruinaría solo para quedarme tranquilo. Estoy muy contento de no tenerlos.
-¿Y qué piensa al ver la serie de retratos que hizo Rubens para su antepasada?
-Cuando ves los retratos, te dices: ¡vana gloria esta María de Médicis, hacerse pintar de esta manera! Todo tan alegórico, ella la más bella… ¡Y era fea, gorda y tonta! Pero era la reina. Es la expresión del poder.
-María de Médicis introdujo a Rubens en el mercado francés, tal y como muestra la novela. Anteriormente, otros antepasados suyos protegieron a importantes artistas como Botticelli o Miguel Ángel. Usted está detrás de la creación de una fundación que potencie el talento artístico en Europa. ¿De dónde procede ese amor incondicional de los Medici por el arte?
-Creo que está en los genes. Nosotros tenemos esta pasión por el arte en 600-700 años. Tiene que ser genético. También te digo que, si tú naces en una casa rodeado de pintura y de esculturas, ya adquieres desde niño un conocimiento involuntario de lo que te rodea porque lo has visto toda tu vida. Va en los genes, como el mal genio.
-¿Usted también tiene mal genio?
-¡Claro! Lo necesitamos para defendernos.
-¿De quién tiene que defenderse hoy en día?
-¡De todos! – dice.- Broma aparte, hay que tener un poco de mal genio porque, si quieres sobrevivir, tienes que ser egoísta. Si una persona es buena, cuando le tiende la mano a otra persona, le coge el brazo. En mi caso, hay mucha curiosidad sobre mi familia, mi vida… Y yo cierro la puerta rápidamente porque, si entra un pie, estás perdido.
-Su antepasado, ‘el Magnífico’, convirtió Florencia en una nueva Atenas. ¿No echa usted de menos ese auge cultural?
-Hoy en día, hay que entender una cosa. ¿De dónde viene el prestigio de los Médicis? De que han sido innovadores. Antes de los Médicis, históricamente hablando, estaba la oscuridad de la Edad Media. Ellos empezaron a llamar a su corte a filósofos, artistas, bizantinos, griegos, italianos… para crear el neoplatonismo, para crear esta corriente. Ellos escribieron bellas cosas y luego se extendieron al resto de Europa. Hoy en día no es que sea más difícil crear, es que todos tienen todo. Todo está en Internet.
-¿Qué opinión tiene del arte contemporáneo?
-A mí me gusta mucho. ¡Y te voy a contar una anécdota! Un día, buscaba un cuadro de arte contemporáneo, con una mancha roja, para ocupar un espacio de mi casa. Me vine a Madrid a la Muestra de Arte Contemporáneo y, por cualquier trocito de tela con algo pintado de rojo, me pedían 5.000 ó 7.000 euros. Entonces dije: “no, me lo hago yo.” Compré una tela enorme y empecé a crearlo yo, con láminas doradas encoladas. Un trabajo… Todo me volaba, todo se rompía… ¡Era un desastre!
-¿Lo consiguió terminar?
-Sí, pero, entonces, vino un amigo a mí casa y se encaprichó con él. Con lo que me costó hacerlo, que me volví loco, le dije que no se lo iba a regalar, que se lo vendía. ¡Y él me lo compró! Pero me quedé sin cuadro.
-¿Y se quedó con el espacio vacío?
-¡Hice otro! Todavía está en mi salón.
-¿Qué es lo que más le atrae del arte contemporáneo?
-No soy un gran conocedor del arte contemporáneo, pero me gusta, aunque sea por los genes. Voy a lo que me gusta o encuentro interesante, particular, innovador, bien hecho… Veo lo que quiere expresar el artista, la creatividad, las emociones…
-¿Usted que quería expresar con su cuadro?
-¡Quería llenar un hueco! Nada más. Pero no solo he hecho esto de pegar las láminas. Después, lo pinté con distintos tipos de oro. Con el tiempo, se ha oxidado y ha quedado una cosa estupenda. Lo tengo desde hace 10 años y, cada vez que me fijo, veo otras formas. Personajes que se han creado por sí mismos, veo una cara, veo un monstruo… y digo: ¡qué he hecho ahí! –se ríe.
-León X, Catalina de Médicis, Lorenzo ‘el Magnífico’… Su familia fue fuente de ilustres personajes. ¿Con cuál de todos ellos se siente más identificado?
-¡Con ninguno! Y no quiero ser ninguno de ellos.
-Ya me está diciendo que el mal genio y el amor por el arte los ha heredado. Algo en común sí que tiene con alguno de ellos…
-Mi familia siempre ha estado en un primer plano. Y yo no quiero ser un primer plano. Cuando tú naces con un nombre y apellido, ya te crean una personalidad tuya, porque siempre te comparan con los otros. Y yo no quiero esta comparación. Ya tengo una cierta edad (tengo 60 años) y no quiero que me digan: te pareces a tu abuelo, te pareces ‘al Magnífico’… No, no, no… Me parezco a mí mismo.
Es por eso que ha cambiado la Toscana de sus ancestros por la localidad catalana de Sitges tras haber vivido en otros países como Suiza y Estados Unidos. A ello se debe que hable 6 idiomas. “¡Crea una gran confusión en mi cabeza! A veces digo una frase con palabras de otros idiomas”, señala divertido. Aunque esté instalado en España, no deja de viajar por el mundo y, en estos momentos, se encuentra rodando una película en Italia. El proyecto nació como una serie de televisión documental para la televisión alemana sobre las villas renacentistas en las que aún viven descendientes de las familias que las crearon hace 500 años. Él pensaba que, al ir allí, iba a pasar totalmente desapercibido. Sin embargo, se sorprendió al ver el respeto que aún existe hacia su familia. Aunque también rencor. “Hay familias resentidas porque mis antepasados los enviaron al exilio hace cientos de años.”
-La monarquía española vive una época muy convulsa. ¿Usted, como miembro de una gran dinastía, qué opina sobre este asunto?
-He hecho una reflexión y he visto que el que era el yerno bueno ha pasado a ser el yerno malo y el que era malo al final no es tan malo. Es un poco la historia de mi libro también, que todas las personas no son lo que parecen ser. Me sorprende que la gente que está implicada en estas historias no haya tenido más cuidado. Es obvio que, si estás en el ojo público, no puedes permitirte hacer lo que quieras porque tarde o temprano saldrá. En cuanto al Rey… mira, nadie es perfecto. Tampoco hay que demonizarlo por cazar elefantes. En ese país, hay un número de elefantes determinado al año que se pueden cazar. No era un buen momento. Pero él pensaba que no le iban a pillar. Y le han pillado.
-El momento, la actividad, ni tampoco la compañía era la adecuada.
-Es que los grandes secretos no existen. Todo se sabe. Sólo que antes no se osaba a hablar y ahora se habla cada día más. Pero es una historia que está en boca de calle desde hace tiempo.
-Otro tema de actualidad es la filtración de varias cartas privadas en el Vaticano, que nos demuestra que aún existen algunas cortes con reminiscencias renacentistas. ¿Cuánto daño ha hecho el siglo XV?
-Lo que pasa ahora en el Vaticano con el arresto del mayordomo del Papa y la carta robada ha pasado siempre. Hoy se habla de esto, pero ha pasado a lo largo de toda la historia. No hemos avanzado en absoluto. A mí me gustaría mucho saber qué había en esas cartas. Es la única cosa que me intriga.
-¿Va a investigar sobre ello para una posible novela?
-No, no, no… No me interesa entrar en el Vaticano. ¡Es un avispero brutal!
-También ha habido papas en su familia.
-Tres.
-¡No me diga que también es anticatólico!
-Mi padre era muy anticlerical. Se comía a todos los curas. Yo no soy anticatólico, creo en Dios, no creo en la Iglesia. La Iglesia está hecha de hombres, con sus debilidades, sus pros y sus contras, pero son hombres.
-¿Ya está pensando en una próxima novela?
-Claro. Lo tengo todo en mi cabeza.
-¿Cuál será el próximo personaje histórico sobre le que escriba?
-¡Eso es un secreto! No se puede decir, pero es una historia que va a gustar mucho. Va en la línea de ‘Las cartas robadas’.